La puerta de la Victoria

Con el objetivo de detener la revuelta ocasionada por los jefes militares turcos, y seguida por sus tropas, las autoridades de El Cairo decidieron rodear la ciudad de una muralla que la protegiera. Para ello, se reconstruyó una antigua fortaleza que había colapsado, y numerosos monumentos antiguos fueron desmontados para utilizar sus ladrillos en la construcción.

En 1087, tres monjes sirios fueron contratados para la edificación de las tres entradas principales del fuerte. Bab el-Futuh, Bab Zuwaila y Bab al-Nasr fueron sus nombres, erigidas con piedra sobre los lados norte y sur de la antigua ciudad.

La última de estas puertas, que en español se llamaría la Puerta de la Victoria, es en la actualidad un símbolo de El Cairo. En nuestros días, la gran entrada que se observa en su lugar es en realidad una segunda puerta, que se reemplaza a la original, y se le dio el nuevo nombre de Bab al-Izz –Puerta de la Gloria–, pero la tradición de los habitantes mantuvo la denominación anterior, para un monumento que forma parte de sus vidas cotidianas.

Dos torres rectangulares componen a Bab al-Nasr, y le dan el toque que la distingue de las otras dos entradas a la ciudad, que poseen torres circulares. Estas torres permitían a los defensores de la fortaleza atacar a quienes intentaban trepar los muros para ingresar a El Cairo.

La maravillosa decoración de la Puerta de la Victoria incluye escudos y espadas de estilo Bizantino, que le dan un aire austero pero a la vez elegante y majestuoso. El ejército bonapartista se refugió en Bab al-Nasr de la rebelión del pueblo de El Cairo, y los oficiales franceses tallaron sus nombres allí. Aún pueden leerse en las plantas más elevadas de la Puerta.

Rodeadas por el halo de la historia, pero también fuertemente asimiladas a las vistas de la ciudad, las entradas de El Cairo, y en especial Bab al-Nasr, son magníficas muestras de arquitectura militar y verdaderos testimonios del pasado.