Acueducto de Segovia
Posiblemente sea el mejor y más completo acueducto que nos queda de todos los que se construyeron en el Imperio Romano, no solo por su excelente conservación, sino también por su concepto, tamaño y diseño.
La presencia de Roma en lo que luego será provincia de Segovia, es patente desde el siglo II a. J. C. Buscaban asentamientos de indígenas celtibéricos, para pacificarlos y explotar el territorio. Algunos de esos asentamientos, a menudo castros fortificados, se deshabitan; otros se reocupan, ya desde el s. I d. C. El territorio se acabó estructurando en torno a tres únicos municipios: Duratón, cerca de la actual población de ese mismo nombre, Coca y Segovia. En los tres lugares había abundante población indígena, que poco a poco se fue romanizando, hablando y escribiendo latín y adoptando todos los patrones culturales del mundo romano. Entre esas tres ciudades, una gran cantidad de asentamientos menores, las llamadas “villae”, casas de labor para la explotación agropecuaria del entorno, a menudo segundas residencias y parte de importantes latifundios.
En este ambiente de profundas alteraciones del mundo indígena y de su progresivo acoplamiento al modo de vida romano, hay que entender la construcción del Acueducto de Segovia. Es una obra de prestigio, para los constructores y para la ciudad, en cuya parte alta había casas notables y unas termas, al menos, cuyos restos han podido estudiarse parcialmente. Así pues, a su finalidad inmediata, el traer agua desde la sierra hasta la población, hay que unir la de propaganda política: las obras públicas eran a menudo subvencionadas por personajes de la política central o municipal.
La grandiosidad, armonía e integración que la obra aporta al paisaje de la ciudad han sido motivo fundamental para que en que, en las acciones de restauración se mantuviese el diseño original, siendo la más importante la acometida por los Reyes Católicos. Es, sin duda, la obra de ingeniería más artística y monumental de la historia romana.